En busca de la energía
perdida, ¿qué te tomas?*
Agustín López Munguía
Las bebidas energetizantes están en auge y en
nuestro país, lamentablemente, al alcance de todos. Su consumo presenta riesgos
que necesitamos conocer.
Uno de los grandes dilemas de la sociedad
industrializada es elegir la fuente de energía más adecuada de cara al siglo
XXI. Vivimos en un planeta cuyo lado desarrollado consume una barbaridad de
recursos energéticos derivados casi de manera exclusiva del petróleo; mientras
que el lado en vías de desarrollo basa su esperanza en el crecimiento
industrial, que también conlleva un aumento en el consumo de recursos
energéticos. Los recursos petroleros prometen agotarse y en un par de décadas
el etanol o el hidrógeno, las biomasas, la energía solar o la eólica, o incluso
el regreso a la energía nuclear será lo que moverá al mundo. O muy
probablemente una combinación de todo esto. Como quiera que sea, debemos
reconocer que hemos dañado gravemente el entorno como consecuencia directa de
vivir en una civilización devoradora de energía. Tenemos un conflicto análogo
con las fuentes de energía que hacen funcionar nuestro organismo. Hemos
abandonado una parte de las fuentes tradicionales, los cereales, no porque se
hayan agotado, sino porque han pasado de moda.
Tenemos un hambre voraz de fuentes de energía que
satisfagan nuestro placer gustativo, que tengan efectos inmediatos y nos sirvan
de “chispa” o “nos pongan alas”. Padecemos de problemas de obesidad a lo largo
y ancho de nuestro esférico planeta, que son resultado, entre otras causas, de
los excesos en el consumo de alimentos que proporcionan energía. La venta de
bebidas energetizantes ha tenido un crecimiento espectacular, equivalente a
500% desde 1998 hasta el año 2004, cercano a los 1 000 millones de dólares.
Este mercado es ya una cuarta parte del mercado total de bebidas, que incluye
las elaboradas a base de todo tipo de lácteos, hierbas, infusiones y té, frutas
y, desde luego, café.
Formas de obtener energía
1) Calorías en forma de adenosina trifosfato (ATP)
y creatina fosfato.
2) Glucosa disuelta en la sangre, que se oxida para
producir ATP.
3) Calorías almacenadas como glucógeno, que se
desdobla en glucosa que a su vez se transforma en ATP.
4) Grasa, equivalente a 30 000 veces más energía
almacenada que la disponible inmediatamente en forma de ATP.
Comida rápida igual a energía rápida
La maquinaria humana es energéticamente muy
costosa: sale caro moverla. Para darles una idea, con mis 70 kilos de peso
requiero unas 1 500 calorías sólo para estarme tumbado en la cama 24 horas.
Esta energía permite que respire, piense, mueva la sangre por el cuerpo y la
filtre, digiera lo que coma, reponga mis células muertas, pase saliva,
pestañee, etc. Aunque parezca asombroso, para caminar unos 32 kilómetros a paso
moderado necesito consumir otras 1 500 calorías. El ejemplo no es muy bueno,
pues dirán, con razón, que la cantidad de energía que requiero depende de
muchos factores, incluido el clima, la pendiente del terreno, el tipo de vida
que llevo; es decir, mi capacidad respiratoria, etc. Pero la pregunta
importante aquí es ¿cómo pago ese costo energético?
Para responder a esto es necesario recordar que en
la célula tenemos diferentes formas de obtener la energía que exige la vida
diaria. La más rápida y sencilla es utilizar adenosina trifosfato (ATP) y
creatina fosfato, que son algo así como el dinero que tenemos en el bolsillo
para pagos inmediatos. Por ejemplo, el necesario para una carrerita a la
esquina para ir por las tortillas o una subida de escaleras en el metro. Este
gasto incluye la glucosa que traemos disuelta en la sangre y que es movilizada
a la zona del cuerpo que requiere energía; allí es oxidada para producir ATP.
Si nuestro recorrido es más largo y no nos alcanza esta energía de disposición
inmediata, tenemos 100 veces más energía guardada bajo el colchón: las calorías
almacenadas como glucógeno, una forma compleja de empaquetar muchas moléculas
de glucosa —la fuente mas barata y abundante de energía—. El glucógeno se
desdobla en glucosa y ésta, en presencia de oxígeno, se transforma en 32
moléculas de ATP por cada molécula que se oxida. Si falta oxígeno, la glucosa
se nos queda a la mitad del proceso de generación de energía, facilitándonos
sólo dos moléculas de ATP y una de ácido láctico (este último se acumula en los
músculos y provoca dolores al día siguiente del esfuerzo). El glucógeno
constituye 1-2% de las células musculares; en el hígado, por ejemplo, tenemos
unos 400 gramos de glucógeno, para que a nuestros cerebros no les falte
carburante y podamos seguir el hilo de este texto. Finalmente, si es domingo,
todo está cerrado y tenemos que caminar un par de horas para conseguir
tortillas, disponemos de más energía, que es como el dinero invertido en el
banco, que en nosotros sería equivalente a la grasa. Un individuo no obeso debe
tener en sus células musculares unas 30 000 veces más de energía almacenada en
forma de grasa que la disponible inmediatamente en forma de ATP. La grasa es la
forma ideal de almacenar energía pues rinde 2.25 veces más que los
carbohidratos (nueve contra cuatro kilocalorías por gramo), y además es
insoluble; no necesitamos de agua para almacenarla, cosa que sí sucede con el
glucógeno. Si no estamos obesos, entonces 20% de nuestro organismo debe ser
grasa.
Y si necesitamos energía, ¿con cuál de estas
divisas tenemos que pagar: ATP, creatina fosfato, glucosa, glucógeno o grasa?
La respuesta depende de qué tan extenuante sea el esfuerzo: si respiramos
tranquilos, sin sofocarnos, nuestro ejercicio será aerobio y el oxígeno llegará
sin problemas a las células musculares y podremos echar mano de nuestras
reservas de grasa y glucógeno, pues hay tiempo suficiente para que la grasa se
degrade y tengamos la energía disponible conforme se va necesitando. Si hay que
correr para esquivar autos —o ladrones— nuestra respiración será agitada,
estaremos en los límites de nuestra capacidad cardiovascular máxima (cuando
sentimos que se nos sale el corazón y casi sofocados), y consumiremos
rápidamente la glucosa en sangre, y después la almacenada en el colchón de
glucógeno. En la sangre tenemos normalmente un gramo de glucosa por cada litro
(100 mg/dL para usar las mismas unidades de los análisis sanguíneos). Dado que
tenemos alrededor de cinco litros de sangre, esto nos da unos cinco gramos de
glucosa en total, que consumidos a razón de dos a tres gramos por minuto,
apenas alcanza para unos cuantos minutos a toda velocidad. Pero si estamos en
buena condición y con suficiente capacidad respiratoria, respirando a un ritmo
de entre 65 y 70% de nuestra capacidad máxima, entonces consumimos grasa,
glucógeno y azúcar de la sangre. Entre estos extremos nos movemos durante el
día, aumentando nuestra demanda de energía rápida, sobre todo cuando hacemos
ejercicio.
Agua eres y en agua te convertirás
“Somos polvo de estrellas” dicen algunos
científicos haciendo uso de una metáfora poética, “pero con 70% de agua”,
agregarían los nutriólogos. Tenemos agua por todos lados: en las células, en la
sangre, en las secreciones, en la orina, en las lágrimas y, particularmente, en
el sudor, que nos permite regular la temperatura. Éste no es el espacio para
extendernos sobre la importancia de mantener el agua en su nivel óptimo, pero
cabe señalar que la deshidratación es uno de los problemas más frecuentes de
quienes hacen ejercicio.
En mis épocas de estudiante se hacía cola en los
bebederos al final del recreo para reponer el agua perdida. Hoy las colas se
forman frente a las distribuidoras de refrescos, que es el destino final de
casi la mitad del azúcar que produce la industria cañera mexicana. Para nuestra
desgracia, a alguien se le ocurrió juntar las necesidades de agua con las de
energía y los resultados negativos están a la vista: reponemos el agua que
perdemos (de uno a tres litros al día) acompañando buena parte de ella con
azúcar, a través de bebidas carbonatadas o refrescos.
En lo que llevamos del siglo, nuestro país se ha
mantenido en el poco honroso grupo líder en el consumo de refrescos, aquí se
beben hasta 150 litros per capita al año. Los estadounidenses,
a principios del siglo XXI, gastaban 58 000 millones de dólares al año en
refrescos, equivalentes a beber un poco más de 200 litros al año cada uno, de
los cuales 42.9 son de Cocacola, 31.4 de Pepsi, 18.6 de
coca de dieta y 13.5 de una cosa horrible que se llama Dr. Pepper.
El problema no es la marca, sino que una lata de refresco contiene 355
mililitros con 40 o 50 gramos de azúcar (equivalentes a unas 10 cucharadas), y
aporta unas 160-200 calorías. De acuerdo con una revisión reciente del American
Journal of Clinical Nutrition (No. 84), el consumo de bebidas
carbonatadas es un factor clave en los problemas de obesidad en los Estados
Unidos y lo es, sin duda, en México también. En los EUA, el 15.8% de la energía
consumida proviene del azúcar agregada a los alimentos y de ésta el 47% está en
los refrescos. Resta mencionar el problema de la caries dental y,
particularmente, la hiperactividad infantil relacionada con altos consumos de
azúcar desde temprana edad.
La única actividad que justifica combinar ambos
elementos, agua y azúcar, es aquélla en la que la deshidratación y el consumo
energético van de la mano: un deporte o un ejercicio que demande un esfuerzo
sostenido por más de media hora. La industria no ha dejado escapar tan jugoso
mercado, del cual la marca Gatorade es el líder indiscutible.
Este tipo de bebidas, cuyo fin es aportar energía, se conocen también como
isotónicas porque tienen carbohidratos y electrolitos (sodio, potasio y cloro)
similares a los que tenemos en la sangre y por lo mismo se absorben
rápidamente. Están especialmente formuladas para soportar mejor esfuerzos de
larga duración, pues contribuyen a recuperar el azúcar en sangre. Sin embargo,
también contienen unos 60 gramos de azúcar por litro, por lo que no parece muy
prudente sustituir los refrescos que toman los niños por estas bebidas para
deportistas; a menos de que se trate de niños que no estén sentados frente al
televisor sino haciendo mucho ejercicio.
Un suplemento que al parecer sí funciona es la
creatina fosfato, necesaria para una rápida resíntesis de ATP en ejercicios de
alta intensidad. Hay evidencias de que su consumo aumenta la eficiencia en
esfuerzos de corta duración (sprints), aunque no se sabe cuáles puedan
ser sus efectos a largo plazo.
Energía líquida
Renglón aparte merecen las bebidas que tienen como
objetivo activar o estimular el sistema nervioso, conocidas como
energetizantes, una versión moderna de los tónicos y elíxires milagrosos, que
hasta la fecha ofrecen los merolicos en los mercados públicos.
¿Quién no se siente por las mañanas con un urgente
y fisiológico deseo de tomarse una humeante taza de café? Estudios recientes en
la Universidad de Wake Forest, en Carolina del Norte, EUA, han demostrado que
los individuos habituados a consumir unas tres tazas de café al día requieren
de una dosis cotidiana de cafeína para tener una actividad cerebral normal, lo
que concretamente constituye una adicción. La cafeína es también la base de
estas bebidas surgidas a partir de 1997, año en el que apareció la primera y
más popular de ellas en los EUA: Red Bull, que para 2003 ocupaba
más del 60% de este mercado. El problema con estas bebidas es la escasa
regulación que existe para su venta y la indiscriminada promoción de su
consumo. Mientras que en algunos países europeos su venta no está autorizada,
en muchos otros, incluido México, se promueve en lugares selectos: discotecas,
clubes deportivos, etc. ¿Andarán realmente los jóvenes tan necesitados de un
impulso energético? o ¿será quizá la promesa de “obtener alas”, como sugiere la
propaganda de Red Bull lo que promueve el consumo? O ¿será que
se han convencido —como reza otro anuncio—, que “hay cosas más importantes que
hacer que dormir”?
Tan sólo en el 2003, Red Bull invirtió
más de 40 millones de dólares en publicidad para vender a los jóvenes la imagen
de poder asociada con su consumo. El ingenio no falta entre los competidores,
quienes basados en esta imagen han generado marcas de productos con nombres
asociados a la potencia: E2O (haciendo una analogía entre la E
de energía y la H del hidrógeno en la fórmula del agua), Go Fast (muévete
rápido), No Fear (sin miedo), FIT (sano), Pure
Power (potencia pura), Brain Wash (lavado de cerebro),
Fever (fiebre), Start Me Up (arráncame), Roaring
Lion (león rugiente), Adrenalin Rush (baño de adrenalina),
Whoop Ass (nalgada), Red Devil (diablo rojo), y un
larguísimo etcétera. Para darse una idea de este mundo, los invito a recorrer
la página http://www.bevnet. com/reviews.
El caso es que en 2005, las más de 300 marcas de
bebidas energetizantes que existen en el mercado vieron aumentar sus ventas en
un 81% con respecto a 2004 y superan ya los 1 000 millones de dólares, mientras
que las bebidas para deportistas lo hicieron en un 21%. Por el contrario, la
venta de bebidas con frutas cayó en 2%. Ojalá se calculara también el costo que
tendrán que pagar los consumidores a mediano y largo plazo para ajustar sus
máquinas energetizadas.
Cuidado con la cafeína
Hasta ahora, el único componente en estas bebidas
con actividad ergogénica (de activación energética) es la cafeína, y ésa ya la
consumían los aztecas en el chocolate. Otro ingrediente de estas bebidas, como
el guaraná, aunque suene exótico es sólo una de las más de 60 plantas que
contienen cafeína, con la única salvedad, de que ésta se obtiene de semillas
provenientes del Amazonas.
La cafeína es un estimulante del sistema nervioso y
un diurético; provoca aumento en el ritmo cardiaco, hipertensión, temblor y
eventualmente arritmia. También produce pérdida de sueño, pues interfiere y bloquea
el efecto de la adenosina, nuestra píldora natural para dormir. Pero es también
capaz de despertar a un muchacho que se durmió a las cuatro de la mañana y se
excedió con el alcohol, permitiéndole reanudar la fiesta; también permite que
un estudiante pueda soportar la noche trabajando en el laboratorio. Los
estadounidenses gastan 30 millones dólares al año en tabletas de cafeína y 50
000 millones en bebidas con cafeína. Pero mientras en los EUA los productos con
cafeína están regulados (si un producto contiene más de 150 mg debe llevar la
etiqueta “high caffeine content”, alto contenido de cafeína) en México
están al alcance de todos. El Comité Olímpico Internacional considera ilegales
valores mayores a 12 microgramos de cafeína en un mililitro de orina, lo que se
logra bebiendo unas ocho tazas de café durante las dos o tres horas antes de la
competencia o del examen.
No conviene tomar cafeína —la sustancia
psicoactiva de mayores ventas en el mundo— con alcohol.
¿Cuánta cafeína consumimos al día? Pues échenle
cuentas: el consenso es que el límite debe estar por los 300 miligramos al día,
lo que se cubre con tres litros de refrescos o siete expresos o 1.5 kilos de
chocolate o medio litro de café americano o 1.3 litros de té o entre tres y
cuatro latas de Red Bull. Habrá que considerar también la cafeína
de los medicamentos dietéticos, los analgésicos e incluso los dulces y chicles.
La cafeína se ha convertido en la sustancia
psicoactiva de mayores ventas en el mundo y se consigue en cualquier
supermercado. No hay duda de que afecta, pues combate la fatiga y estimula
nuestro estado de alerta. El principal problema de consumir cafeína es que a
pesar de ser una práctica común, no es conveniente tomarla con alcohol: su
poder estimulante y efecto diurético se combina con el efecto depresor del
alcohol. Muchos jóvenes incluso beben el Red Bull con vodka,
que es como llevar el coche con el freno de mano puesto. Y sin embargo,
¿cuántas bebidas de éstas se consumen un sábado por la noche en cada una de las
discotecas del país? Tan sólo del Red Bull se venden más de 2
000 millones de latas al año en más de 200 países.
De todo como en botica
Como decenas de bebidas energetizantes tienen en
común la cafeína, la disputa por los mercados se da en otro terreno, el de los
ingredientes alternos a la cafeína. Definitivamente ninguna de las otras
sustancias son energetizantes ni revitalizadoras y, en general, no hay
evidencia de que sean responsables de muchas de las propiedades que se asegura
que tienen, con excepción de las vitaminas, particularmente la D, la E y la C
(véase ¿Cómo ves?, No. 89).
Otro ingrediente común en estas bebidas es la
taurina, un aminoácido que no forma parte de las proteínas y que nuestras
células pueden sintetizar, por lo que no es necesario en nuestra dieta. Sólo
los gatos la requieren, por ello cuando los publicistas se enteren promoverán
su consumo para despertar nuestro instinto felino. Este aminoácido tiene, entre
muchas otras funciones, la de integrarse a las sales biliares, junto con la
glicina y la metionina, que son sales que requerimos para emulsificar y digerir
la grasa. Su consumo puede facilitar la degradación de las grasas para obtener
energía de nuestras reservas; también está involucrada en la síntesis de
proteínas, en la visión, en la contracción muscular, etc. Pero se sabe también
que la t a u r i n a puede ocasionar insomnio, temblor, ansiedad,
palpitaciones, hiperactividad y aumento en la frecuencia urinaria. Se denomina
taurina por haber sido aislada de la bilis del buey.
La carnitina es otro aminoácido que se agrega a
algunas bebidas energetizantes. También lo producen nuestras células y entre
sus funciones está la de transportar los ácidos grasos a través de las
membranas celulares. Sin embargo, los estudios disponibles hasta ahora no
permiten concluir, como se sugiere, que su ingesta mejore el rendimiento
físico, ayude a perder peso o a disminuir la grasa corporal. El Red
Bull, contiene además de cafeína y taurina, glucuronolactona, otra
sustancia que nuestro cuerpo ya produce, y cuya función hasta la fecha no ha
sido claramente establecida, aunque se ofrece como desintoxicante.
Aditivos herbales
El uso de ingredientes provenientes de extractos de
hierbas en las bebidas energetizantes merece un capítulo aparte. El consumo de
gingseng, un arbusto asociado con los misterios que vienen de oriente, ha crecido
exponencialmente. A la pléyade de compuestos químicos que existen en esta
planta (ginsenósidos), se le ha adjudicado desde épocas antiguas la capacidad
de estimular el pensamiento abstracto, la capacidad de respuesta y la libido.
Sin embargo, hay muchos estudios que demuestran que su consumo no aporta
beneficios en la respuesta cardiovascular, metabólica, o psicológica en
relación con la máxima resistencia física.
Tampoco hay evidencias de ninguno de los efectos
que se asegura confieren otros aditivos herbales como son el ginkgo bilova (una
de las hierbas más usadas en la herbolaria alemana) y la equinácea. Peor aún,
no se han definido las dosis máximas a las que pueden consumirse sin riesgo.
Después de tres años de experimentos, cuyos resultados se publicaron en julio
de 2005 en el New England Journal of Medicine, no se obtuvo
evidencia ni siquiera de que la equinácea cure o alivie el catarro como siempre
se ha sugerido. En el número del 21 de agosto de 2002 del Journal of
the American Chemical Association se publica un estudio con 230
voluntarios en el que no se encontró efecto alguno del ginkgo bilova ni en la
memoria, ni en ninguna nuesotra de las capacidades mentales analizadas. Sin
embargo, la mercadotecnia empieza ya a generar un mercado de “bebidas
inteligentes” basadas en el supuesto efecto de estas hierbas.
La taurina puede ocasionar insomnio, temblor,
ansiedad, palpitaciones, hiperactividad y aumento en la frecuencia urinaria.
Nueva forma de inteligencia
En realidad todas estas bebidas se benefician de la
actitud relajada de las autoridades del sector salud (particularmente el
estadounidense) que permiten introducir al mercado los llamados complementos
dietéticos, etiqueta con la que se cubren todos estos productos. En este estado
de cosas ha sido posible que surjan compañías como Skeleteens, que introdujo a
finales de los años 90 productos como el ya mencionado Brain Wash,
que además de azúcar contenía ginseng, chile jalapeño (la capsaicina, compuesto
activo y responsable del sabor picante del chile, tiene también un efecto
estimulante del metabolismo), cafeína, ma huang (efedrina) y muchas otras
hierbas y plantas con principios activos usados en la medicina herbolaria. Si
bien esta compañía y sus bebidas no representan la corriente mayoritaria, dan
una idea de hasta dónde se puede llegar en este mercado. Actualmente los
ingredientes que contengan sustancias como efedrina están prohibidos en las
bebidas energetizantes.
Habrá que ser cada vez más “educado, informado e
inteligente” para lidiar con esta nueva forma de “inteligencia” que modifica
nuestros hábitos de ser, estar, comer y ahora también de beber. Lo mejor para
tener un estilo de vida saludable que incluya un buen desempeño físico, es sin
lugar a dudas una sana alimentación combinada con la práctica regular del
ejercicio. Y sobre todo mantener estas bebidas fuera del alcance de los niños.