Las pruebas de identificación del ADN
permiten descubrir la huella genética de cada individuo a partir del más
insignificante rastro
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PATRICIA MATEY
LA ciencia ya ha emitido su veredicto: culpable. O. J. Simpson, el famoso ex
jugador de fútbol norteamericano acusado del asesinato de su mujer y de un
amigo, tiene en su contra una de las pruebas irrefutables que pueden
condenarle: la huella genética.
Identificada a través del ADN, los científicos han podido establecer con una
fiabilidad de aproximadamente el 99% que la mancha de sangre hallada en el
lugar donde se produjeron los asesinatos de Nicole Brown (la esposa) y Ronald
Godman (el amigo) tenía la misma composición genética que la del polémico
deportista.
Esta prueba, presentada en el juicio de O. J. Simpson -y admitida ya por el
juez-, es un claro ejemplo de cómo la biología molecular se ha convertido en
un
nuevo e infalible Sherlock Holmes capaz de resolver casos que hace quince
años
quedaban archivados ante la ausencia de pruebas.
El es el único que puede encontrar, a partir del más pequeño rastro (un pelo,
una mancha de sangre, piel, uñas, saliva...) al posible culpable de un
delito;
de establecer la paternidad de un individuo; de identificar a una persona
carbonizada o de detectar, instantes después de que entre en un organismo, al
Virus de la Inmunodeficiencia.
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Los laboratorios sólo han tenido que aplicar la prueba y desenmascarar
así la
identidad
de violadores, asesinos...
¿Cómo?
En 1987, se descubren los cadáveres desnudos de cuatro mujeres que
habían
sido violadas y estranguladas. La Policía rastrea minuciosamente los
escenarios
de los crímenes sin ningún resultado. Ni una sola huella, ni un solo
rastro,
salvo el semen extraído de la vagina de los cadáveres. La única prueba
que
puede identificar al asesino se conserva cuidadosamente mediante
procedimientos
especiales -establecidos en un protocolo internacional-. De él,
los
expertos extraen el ADN, que se divide por lugares específicos mediante las
enzimas
de restricción. Posteriormente, los fragmentos se envuelven en un gel
especial
y se someten a electrofóresis, un proceso que separa y ordena los
fragmentos
en bandas según su tamaño.
Los
científicos transfieren dichos fragmentos separados a una membrana y
utilizan
sondas radiactivas. El resultado se somete a un proceso de rayos X. La
película
radiográfica revela finalmente cuál es la huella genética del
violador.
Sólo faltaba comprobar si la sangre extraída del presunto culpable
-en
este caso Timothy Spencer, más conocido como «el estrangulador de la zona
Sur»-
y sometida a la prueba de identificación del ADN daba como resultado el
mismo
código de barras, la misma huella genética que la obtenida del semen. El
resultado
fue positivo. Spencer murió, en marzo de 1994, en la silla eléctrica
de la
penitenciaría de Greensville, Virginia. Fue la primera persona ejecutada
en
EEUU tras demostrarse su culpabilidad mediante la huella genética.
Así es
como precisamente, se descubrió la huella genética del violador y
asesino
de la niña de nueve años Mari Carmen Rivas, de Villalba (Lugo). En
España,
los laboratorios químicos de la Comisaría General de la Policía
Científica
almacenan base de datos con más de un centenar de huellas genéticas
que se
han obtenido del rastro dejado por violadores, asesinos, etc. «Para
extraer
sangre del presunto delincuente con el fin de hacerle la prueba es
necesaria
la autorización del juez. Esta técnica todavía no está muy extendida
y
muchos jueces se muestran reticentes a autorizarla. Es cuestión de tiempo. En
EEUU,
el FBI lleva catorce años trabajando con ella con muy buenos resultados»,
explica
Carmen Cabrero.
Hasta
la llegada de la identificación del ADN, la prueba más extendida y
aceptada
era la del HLA. Se trata de identificar al antígeno de
histocompatibilidad
que se encuentra en la superficie de leucocitos. Pero el
margen
de error del HLA es mucho mayor, ya que no es específico para cada
persona.
De hecho, esta prueba se realiza siempre antes de un trasplante para
comprobar
que el receptor es compatible con el donante.
Un
ejemplo de cómo el HLA es mucho más equívoco que el ADN es el caso de «Los
seis
de Birminghan». El 21 de noviembre de 1984 dos bombas estallaron en dos
bares
de Birminghan. 21 personas murieron. 16 resultaron heridas. Seis personas
fueron
condenadas por los resultados positivos de las pruebas de HLA. Años
después
se comprobó que los resultados eran ambivalentes.
«La
fiabilidad del ADN es mucho mayor. Además, se realizan 8 pruebas diferentes
para
comparar los resultados y estar completamente seguros. Se han podido
revisar
casos de personas que han sido condenadas por resultados positivos con
el
HLA, y luego se ha realizado la huella genética y se ha comprobado que eran
inocentes»,
asegura Carlos Zanotti, del departamento comercial de PharmaGen.
La PCR
En los casos en los que el rastro encontrado (mancha de sangre o
sangre
líquida,
células epiteliales, hueso, pelo, muestras de biopsia, vellosidades
coniónicas,
saliva) no logra aportar la cantidad de ADN suficiente para
establecer
la huella genética, se aplica la técnica de la PCR. La reacción en
cadena
de la polimerasa es capaz, a partir de una sola molécula de ADN, de
generar
100.000 millones de copias idénticas en pocas horas.
El
conjunto de todos estos procedimientos no sólo ha transformado la Biología
Forense,
sino que su aplicación sobrepasa el mundo de la criminología. La
identificación
del ADN se está utilizando en investigaciones de paternidad. Una
prueba
que puede llevarse a cabo cuando se dispone de muestras de sangre o
restos
del presunto padre, del hijo y de la madre. En el caso de que el padre
haya
fallecido, la prueba se obtendrá a partir de restos de cadáver o, incluso,
con
muestras de familiares próximos al padre. En 1989, Gran Bretaña se
convirtió
en el escenario del primer caso en el que se utilizó la prueba del
ADN
para averiguar la paternidad o parentesto. El Ministerio del Interior
deseaba
resolver un complicado entramado de inmigración en el que varios miles
de
personas querían entrar en Gran Bretaña alegando que allí estaban sus
familiares.
La huella genética determinó, según el parentesco, quien finalmente
podría
o no entrar en la isla. «Actualmente, nuestro laboratorio investiga
muchos
casos de paternidad. Las pruebas tardan 10 días y el precio es de 46.200
pesetas
por cada muestra que extraemos», afirma Carmen Cabrero.
Asimismo,
y mediante la huella genética, se puede identificar la identidad de
cadáveres
carbonizados o excesivamente mutilados. En EEUU, y como medida
preventiva,
la huella genética de todos los soldados que fueron a combatir a la
Guerra
del Golfo fue archivada en un banco de datos con el fin de asegurar, en
el
caso de muerte, la posterior identificación del cadáver. «Acabamos de
proponer
al Ministerio de Defensa el establecer un banco de muestras de huellas
genéticas
de todos los pilotos de combate. Es la única forma de demostrar, en
caso
de accidente, la identidad del fallecido», señala Carlos Zanotti. La
huella
genética ha revolucionado el mundo de la Biología Forense del mismo modo
que en
su día lo hizo la huella dactilar. Ella exculpó a Joan Casals y Xavier
Basa,
los acusados del secuestro de la farmacéutica de Olot, María Angeles
Felíu,
y ella es la que ha inculpado a O. J. Simpson en el asesinato de su
mujer
y del amigo de ésta.